Parecido a una despedida.

Hola, esta es una carta que nunca enviaré, tu eres el destino al que no ha de llegar jamás la idea de lo que en ella dice, yo soy el medio a través del que no viajará parte de la verdad, dura, difícil y exacta.
Quiero ser racional pero no siempre puedo conseguirlo, ahora mismo me pasan un millón de ideas y de sentimientos que no me siento capaz de controlar, tal vez por que en realidad no es lo que quiero, ya no quiero estar conteniendo todo este enojo y este amor que conviven por obligación en el mismo piso.

Hace mucho tiempo que lo vengo aplazando, decir adiós...porque es duro, no importa cuantas veces lo hayas dicho, no importa si quiera si comprendes que es lo mejor para ambas partes, el dolor casi siempre es el mismo... y todo el tiempo nos da miedo, miedo a abandonar la idea de no poder cumplir una ilusión, un plan, un deseo.

Ni siquiera estoy segura de si te lloro a ti o a la idea rota, perdida, inconclusa de un tiempo que no llegó a concretarse, de un tiempo que no era el mío, en el que no estaba lista para decirte adiós.
Ésta vez soy sincera conmigo a pesar de no serlo con todo el mundo, excluyéndote, claro, por alguna razón no pude dejar de sincerarme contigo con respecto a lo que me molesta, no tuve miedo de que te marcharas pues dudo ahora de si alguna vez estuviste conmigo en esta relación.

Sin embargo estoy segura del dolor que estoy sintiendo, del miedo, de la pena que desencadena una tristeza profundamente honesta, demasiado para mi gusto, me siento tensa ante la duda de lo que sigue, no dejo de sabotear mi camino y opacar mi crecimiento personal, porque es normal para todas las personas que atravesamos por un duelo, eso es lo que dicen los libros.

Y haciendo todo eso a un lado aún nos queda la evasión, lo lamento, pero me molestas, te detesto porque no puedo detestarte a gusto, porque quisiera no tener que volver a empezar una historia igual a esta que de eso tengo suficiente, por no decir demasiado, lo cual es mucho.

No entiendo por que es tan difícil asimilar que ya no te quieran, que no te extrañen, y ya no poder jamás volver a ser esa persona que esperabas ver todos tus fines de semana, no ser la persona a la cual atiendes sin importar que tan cansado estés.

Pero hay una cosa que me queda y que es el alivio que he puesto por remedio entre tu y yo, la ignorancia, la ignorancia de no saber lo que haces y quien será ahora la ocupante de tu pensamiento, el motivo más afectuoso de tu risa, de tus besos y secretos.

Porque cuando ignoro todo eso ya no sufro, porque cuando no sé si llegará la hora es imposible que yo muera en la espera. En la incierta espera de Hola o un adiós.


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