Cae el Telón


Y cae, cae ese corte de dos metros de terciopelo rojo sobre el escenario majestuoso
donde se fabrican sueños de un ingenioso libreto que interpretan actores de primera,
porque es así, como hoy me encuentro relatando el texto principal de mi mejor obra novelezca

Si bien lo sé, porque cada día y cada hora que llegado el momento la gente espera con estruendosos aplausos
cuya acalorada pasión anuncia la urgencia solícita de nuestra presencia, es allí donde uno está dispuesto a ubicarse
de entre tanto mono mal trecho que en las calles grita con exagerado esmero urgido por contemplación, y así nos hacemos distinguir como los maestros del arte de mentir.

Cada día cerca de las 12:00 (am) se oyen los pasos agitados de los pasillos llenos de encantadores adiestrados para hacerse cargo de la tarea que les toca en éste encanto, todo eso al tintineo impertinente de un reloj al final del gran pasillo, el camino corto al estrellato. Siembargo, y cito; a pesar de la apuranza me desvanezco sobre el banco de madera y metal con cojin del mejor relleno que hay recubierto de una finisima tela de seda origen de japón, y frente a mi ya cansada presencia, un espejo importado con luciérnagas al rededor intentando iluminar mi tan mal trecha apariencia habitual.

Ya por aquello de las medias luces, me preparo para comenzar el ritual que emprendo por la misma hora casi a diario, un poco de polvo para corregir las noches y reprochados desdenes de la vida golpeada por actores abaratados de mala talla, un aplicado de sombra para discernir de los desdenes que opacan la tesura de mis rasgos, algo de rimel para sostener con ahinco a mis cansadas y siempre húmedas pestañas, un atizbo de gloss para cubrir mis agrietados labios cuya apariencia se torna cada día más cansada y reseca. Pero de todas las imperfecciones y desiluciones que el maquillaje pueda tapar, sirve a bien decir que lo más dificil es maquillar al corazón para esconder un poco los sentimientos que constantemente te perturban al interpretar (así se le dice con alcurnia a la mentira).

Cada Noche, a la misma hora, salen los detalles que los que sabemos de este arte se preocupan en modelar para darle un acabado de ilusiones ya que todo debe armonizar con cada elemento del escenario, a todas luces e insuperables números ensayados una y otra vez tras bambalinas, uno debe poder superar la calidad que se ha logrado en el acto previo ya que de ello depende el éxito que se manifiesta en los rostros de quienes al aplaudir rebasan su gozosa experiencia.

A pesar de ello hoy contemplo éste mar de sensaciones y emociones que me superan por mucho de otras noches, y digo... de otras noches, porque en ninguna de ellas consigo perfecionarme, pero el día de hoy, en especial ésta noche, no logro tener éxito con aquel maquillaje que tan fielmente me ayudó a sobrevivir todas ésta puestas en el escenario, hoy no, hoy no puedo aunque lo intento, porque algo me tiene pegada a ésta silla rota, sucia y vieja que no me deja y más que dejarme no puedo ni quiero tirar junto al recuerdo de muchas otras sillas que he o me han dejado atrás.

Incluso hoy, también me resuelvo a preguntarme si el diálogo tan bien aprendido, aquel que siempre he repetido noche a noche, no necesite un pequeño cambio de redacción o una intérprete menos cansada de decirlo, irónia, cuando después de tanto tiempo repitiendo la misma parafernalia a la misma hora, bajo el mismo cielo, me re plantee un sin fín de posibilidades nuevas e inexpertas, ironía cuando muchos de los tejedores de ilusiones a mi lado han dejado ya su papel para pisar nuevos teatros, y mientras eso ocurre me estoy preguntando... Hasta cuando? hasta cuando querré armarme de valor? hasta cuando creceré de este papel, hasta qué momento voy a dejar de ser tan ilusa para seguir persiguiendo una misma historia en vez de buscar nuevos caminos que me den un mejor nivel.

Pero algo me detiene, eso es seguro, y lloro la pena que me embarga por ello, amargamente, como un niño que aún no comprende ciertas cosas de la vida, un día, un día quizá encuentre el momento de dejarme ir tras nuevos retos, de no sentirme amargamente dolida por no querer afrontarlos, por temerles y hasta por dejarlos ir. Un día aprenderé a no llorar por que me dejen mis compañeros de andanzas, mis confidentes, pero me pregunto si eso pasará pronto, porque aún yo misma tendré que dejarme ir y tendré que irme de la vida de muchos.

Vuelve ahora el tercer llamado, y regresando a mi silla, tan amada, confortable y segura, de nuevo maquillo todo el mapa de huellas que dejo detrás mío, alquilando sonrisas para obsequiarselas a quien mejor le sienten, porque al pasar de las horas mi corazón estalla y se encoge de nuevo cuando cae, el Telón.


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