Mujer
Ahí va veloz y fantástica, curiosa, indomable y llena de sueños, por siempre incansable, con voluntad de acero, todas las veces cariñosa pero inquebrantable.
Así es la mujer en el mundo de los hombres, guerrera invencible ante las condiciones más precarias de la vida, sin embargo tan rebosada de amor y de ternura, tan centro y núcleo de todos los afectos, fuente de vida que da vida o la renueva, diamante por el cual un hombre se desangra en su intento de arrancarlo de la tierra que la alumbró iluminada.
Mujer presa también de los miedos de un otro, de la debilidad de los que temen su grandeza, grandeza que no viene del ser más o ser menos sino exactamente igual, pero no con la igualdad exacta de un físico fuerte y una destreza amenazante, sino con la igualdad que le da el compartir una misma condición con los demás.
Es posible que de repente la idea de la igualdad se vea expuesta a opacarse con la tiranía de luchar por poder en un espacio infinito donde entramos todos pero algunos quieren más, posiblemente se sume el miedo de perder territorio y ganar peso, probablemente se haya optado por confundir la igualdad con la competencia.
No se trata de correr a desterrar a un hombre del espacio que le toca, no se trata de venir a presentarse con una postura de combate, no quiero y no creo que una de nosotras quiera siquiera osar adueñarse del poder absoluto que decide en qué lugar debemos estar y por qué debemos estar ahí.
Yo sé que no quiero poner un estandarte al lado del espacio que han dispuesto a un hombre, no lo deseo si esto es un símbolo tirano de la superioridad que alguien tiene sobre otro ser humano, independientemente de su género, pero en este caso particular e importante, de un hombre.
Yo quiero seguir siendo mujer porque adoro ser una mujer en toda la extensión de la palabra, quiero seguir siendo suave y delicada en la cubierta y de una fortaleza de acero en el interior. Yo renuncio al poder por mi propia voluntad porque no lo quiero y no lo busco, que sean los niños los que jueguen a ser invencibles mientras yo aprendo a ser inalcanzable.
Después de todo, la voluntad de un guerrero no la determina una victoria sino la suma de todas sus derrotas.
Así es la mujer en el mundo de los hombres, guerrera invencible ante las condiciones más precarias de la vida, sin embargo tan rebosada de amor y de ternura, tan centro y núcleo de todos los afectos, fuente de vida que da vida o la renueva, diamante por el cual un hombre se desangra en su intento de arrancarlo de la tierra que la alumbró iluminada.
Mujer presa también de los miedos de un otro, de la debilidad de los que temen su grandeza, grandeza que no viene del ser más o ser menos sino exactamente igual, pero no con la igualdad exacta de un físico fuerte y una destreza amenazante, sino con la igualdad que le da el compartir una misma condición con los demás.
Es posible que de repente la idea de la igualdad se vea expuesta a opacarse con la tiranía de luchar por poder en un espacio infinito donde entramos todos pero algunos quieren más, posiblemente se sume el miedo de perder territorio y ganar peso, probablemente se haya optado por confundir la igualdad con la competencia.
No se trata de correr a desterrar a un hombre del espacio que le toca, no se trata de venir a presentarse con una postura de combate, no quiero y no creo que una de nosotras quiera siquiera osar adueñarse del poder absoluto que decide en qué lugar debemos estar y por qué debemos estar ahí.
Yo sé que no quiero poner un estandarte al lado del espacio que han dispuesto a un hombre, no lo deseo si esto es un símbolo tirano de la superioridad que alguien tiene sobre otro ser humano, independientemente de su género, pero en este caso particular e importante, de un hombre.
Yo quiero seguir siendo mujer porque adoro ser una mujer en toda la extensión de la palabra, quiero seguir siendo suave y delicada en la cubierta y de una fortaleza de acero en el interior. Yo renuncio al poder por mi propia voluntad porque no lo quiero y no lo busco, que sean los niños los que jueguen a ser invencibles mientras yo aprendo a ser inalcanzable.
Después de todo, la voluntad de un guerrero no la determina una victoria sino la suma de todas sus derrotas.
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